domingo, 29 de julio de 2012

Las épocas que menos solemos querer recordar son las que nos hunden el alma en pena.

El pasado. ¿Cómo es el vuestro? Seguro que la gran mayoría ni pensáis en eso que se ha comido el tiempo; y os admiro, porque, ¿Para qué pensar en lo que ya no volverá a rozarnos? ¿Para qué recordar las sonrisas si no logramos entender sus razones? Quizá sea cierto que lo de idiota me caracteriza y la peor faceta felina que he podido adquirir es la de no saber adaptarme a cambios ni a nuevos entornos; mi alma sigue paseando sobre los tejados del barrio donde crecí, mis huellas siguen marcadas sobre los sucios cristales de las furgonetas y mi corazón sigue latiendo al ritmo de las palmas de mis amigos frente a las hogueras de verano.
La vida de otra clase está bien, pero siempre echas de menos fugarte de las obligaciones y perderte por mil calles. Aprendí a callar y a fingir sonrisas; escribí y dibujé lo que dolía, para no dejar ver que las estatuas frías también lloramos. Supe como mentir sin parpadear y lo mejor de todo lo peor es que hoy sé vivir con un peso que en su día me cambió los grados de curvatura en la sonrisa.

martes, 24 de julio de 2012

Que le follen al pecado, adornaré cada amanecer despertándome a tu lado.

Una vez que la salada verdad te vence, caes en la cuenta de que yo tenía más razón de la que tú me dabas; te limitabas a pensar que solo el amor podía atar una persona a otra, despreciando las fuerzas de rozamiento y las quemaduras en piel que ésas podían dejar marcadas. Por ello, sospecho que hasta tu espalda te recuerda hoy los diez postulados que yo no estudié por estar clavándote mis negras uñas a conciencia; te recuerda lo que dejas atrás, te recuerda que importa más ahora que cuando estaba a tu alcance; como todo. Todo nos vicia más cuando desaparece. Todo apetece más cuanto más lejos estamos de ello. Ese 'todo', esa pasión pasada o pasado apasionado que ya nunca más volverá a decirte que te calles para seguir besándote sin razones. 
Razones. Esas que dejan de valer cuando ese mismo pasado apaga del todo la pasión, dejando las ganas sin cobertura.


martes, 17 de julio de 2012

Que menos si vas a ser algo, seas especial.


Somos, predecibles, otro más de los errores del ser humano; pero no el peor. Sentir, muchas veces, es el más feroz de los cascanueces si de querer se trata.
Lo cierto es que no estoy segura de si he amado realmente a alguien en mi vida, pero lo que sí puedo admitir con total seguridad es que 
sé amar, y sé cuando duele. Eso que llaman corazón lo tengo más operado que la nariz de Belén Esteban, y eso ya es decir.
Los hombres de mi vida no han sido muchos, pero sí han sabido dejar huella considerable, y no precisamente por sus dotes o heridas por espinas de rosas. 
Tanta vida en tan poca yo. Tanto dolor y, fíjate, aún sigo respirando. No habrá gato lo suficientemente valiente como para comerme la lengua. Respirar sin pensarlo y caminar sin contar los pasos a veces sienta bien, pero no saber hacerlo siempre me hace ser yo. 

Nunca llevo el corazón encima por si me lo quitan.


Madrugar sin quererlo, y estar agradecida por ello al cuerpo después de sentarme en el sillón, al lado de la ventana, mientras el aire frío y húmedo contrasta con el sol sobre mi piel. Con el café con leche en la mano, divagando sobre cosas tan insignificantes como la elección del color de mi pintauñas y con las únicas ganas esperanzadas de que no desaparezca a mitad de semana. El esmalte suele durarme poco, lo confieso. Siendo de la marca que sea, siempre acaba dejando desnudas mis uñas a los tres días; y todo por culpa mía. Como en todo.
La mayoría de las veces ocurre que, de los nervios, tiendo a pagarlo todo con mis manos. Cuando estudio, me dedico a levantarme el color de una uña a otra. Pero por mi parte, ya es rutina, cuando aparecen unos pocos nervios, me quedo sin color de uñas. Pero después de decidir, tan temprano, que mis uñas serán negras como siempre, para dejar marca en cualquier espalda que arañe, estoy atando cabos y con ellos el lazo de mi pijama azul, llegando a un par de conclusiones desde mi mar abierto. Ya sabes, complicándome las mañanas, como siempre.

lunes, 16 de julio de 2012

Pillamos 3 gramos de risas y pasamos la noche.


Subida a estos catorce centímetros negros con lazos, y sin notar el dolor de pies, pues el del corazón lo eclipsa todo; con el vestido oliendo a Vodka barato y al humo de tabaco fumado, ese que has estado exhalando mientras me mirabas durante toda la noche. Con el reloj marcando las cinco de la mañana y este pelo castaño, que me hace parecer aún más vulgar y loca de lo normal, me planto ante ti antes de que te subas a ese bonito Mercedes rojo de tu mejor amigo. Hago énfasis en lo de 'rojo', pues tú lo hiciste al comparar el color de mi carmín al bajarte a saludarme. Le dijiste a tu colega esa frase de: '¿No preferirías ser dueño de una boca como esa? Del mismo color, pero no tan fría.' Y mi contestación tan lógica como siempre, 'Imbécil.' 

Mastico el polvo de la rutina, que nunca se gasta.


Me hallo unida  a los muelles de la cama, releyendo viejas conversaciones que no ayudan a nada.
Hundida entre sábanas y poemas, pero ahogada entre nudos de garganta que me hacen y deshacen entre cada línea que leo y suspiro. Quizá así sea mejor, sonrío, pero tengo más que claro el hecho de que ser 'solo amigos' me limita a tomar café contigo. Eso me entristece pero me alegra, por todo el daño que me hiciste.
Aunque el gran problema no es ese; lo realmente complicado está en que alguien le diga ahora al gato que la camisa en la que está acurrucado acabará siendo parte de mi basura.

Creo que le gusta como hueles, no más que a mí, pero creo que te extraña de la misma manera que hago yo; sin conocerte, ansia clavar sus uñas en tu historia y dejar un camino de ganas que te lleve a mi tejado las noches de desvelos.
Pero bueno, hay otras cosas que tampoco serán fáciles, como la de desacostumbrarme a esa sensación cada vez que te ibas; sabía que podía esperar ese 'aquí estoy' siempre oportuno. Aunque fuese a las tres de la madrugada, yo sabía que te encantaba devolverme las tormentas que se lleva el invierno; dejándome sola en medio de este calor, vestida de ganas para lo que es el acontecimiento de mi vida: Te vas, e igual que ese invierno, te llevas el olor a tierra mojada contigo.
Sé que lo justo sería que hoy grite que te odio, porque es la verdad, eres una 
parte de mi pasado que me cuesta recordar. Sé que sabes que la caja de los zapatos nuevos que me compré para verte hoy ya no huele a piel nueva, qué va; hoy es el olor de los recuerdos quien me envuelven cual humo gris, dejándome seca la boca y los ojos fundidos en rojo; calando en mi junto al aroma del último cortado que saboreo pensando en ti. No me buscaré más en tus palabras, ya suficiente daño me hiciste; con un café en una mano, y un cigarro en la otra, te digo adiós, y esta vez te prometo, que todo el rencor que te tengo, desaparecerá al igual que tu recuerdo.

No se si son tus besos o ese tripi que me sube.



No soy rubia y no me gusta el Martini con hielo. No soy alta, en realidad, ni siquiera llego al metro sesenta, aunque con tacones lo sobrepaso. Soy incapaz de estarme quieta, hablo demasiado y me enfado muy deprisa, aunque se me pasa muy rápido. Me afectan las cosas demasiado, para bien o para mal, pero soy tan divertida que en ocasiones te dolerá cada centímetro del cuerpo de tanto reírte. Escribo frases en los márgenes de las agendas, libretas y sobre todo en todos los libros que me leo, que no son pocos. Nunca me acuerdo de llamar al día siguiente. Lo que puedo prometerte es que no te aburrirás conmigo, te volveré loco.. Soy impredecible, vivirás sin saber lo que te espera conmigo. También te darás cuenta, con el tiempo, de que soy algo caprichosa y un poco coqueta también, para qué negarlo, aunque a mi manera, ya que lo que diga la gente no me importa mucho. No tengo nada de vergüenza y me atrevo a todo. Canto en la ducha y escribiré tu nombre en la arena para que se lo lleven las olas. No necesito nada más que una sonrisa para salir de casa, y si chasqueo con los dedos hago magia, tengo el poder de no preocuparme por nada.