lunes, 5 de enero de 2015

Cena de verdades.

Papá, yo creo que eres un mago. Desde que intento encontrar el amor que no tengo y sé que merezco los hombres repiten conmigo el mismo ritual que tú inventaste: vienen y se van, vienen y se van, vienen y vuelven a marcharse hasta que un precioso día me abandonan. No sé, que ojalá y este conjuro se deshaga pronto, ¿no? Ya no tengo edad para jugar con sapos. 

Mi alma es un cenote de Yucatán.

Y es que ya sé que soy un poco de otra época, que a veces mi pelo es casi de un color amarillento a causa de los rayos de sol y que, en ocasiones, parece que lea lo que digo pero... No; no soy un libro que puedes cerrar y dejar en la estantería con un 'ya te terminaré otro día'. No. Aunque si te es más fácil entenderme con alegorías y comparaciones, incluso puedo explicarte esto a tu gusto:

Hoy me he roto las costuras. Sé que posiblemente yo no sea la mejor historia que hayas leído en tu vida (ni siquiera impresa estoy en el mejor papel ni con la mejor tinta), sé que tengo vacíos temporales y que mi sintaxis falla en la mayoría de las vivencias que juro haber sufrido pero, me he escrito para ser feliz.

 Toda mi vida—pequeña y triste vida—la he pasado dejando apuntes en los bordes de mis páginas para ser mejor novela; he escapado de mil best sellers y he sufrido en mis propias tapas el dolor de ser un libro olvidado en cualquier banco de un parque, esperando a que llegues tú, para romperme todos los esquemas, así pues no me cierres, no me arrugues y ten en cuenta que ser de tapa blanda no ayuda a protegerme de los golpes que le das a la vida con mi cuerpo.

Soy frágil.

Y si me dejas demasiado tiempo entre Montesco y Capuleto posiblemente ya no haya Shakespeare que me repare el corazón; me oxidaré. Y entonces quedaré tirada, fría, sola y vacía sobre la sábana sucia de algún rastro: esperando que otras manos me relean.

No.

¿Pero quién te crees que eres? Las razones para estar triste las elijo 
yo de entre mis desastres y nadie, escucha, ¡Nadie más! 

Deberías poder venir y entonces decirte: 'Toma, prepárate; voy a hacerte daño. Pero no te preocupes, que te dejo las llaves del pecho atadas a la garganta; para que, cada vez que tragues saliva o suspires, te acuerdes de mí. Jódete y sé feliz. Te quise.' 

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Pasen y vean.

El problema está en que nunca nadie se pregunta por qué razón se esconde el monstruo debajo de la cama. Todos le temen y meten nerviosos sus fríos pies debajo de las sábanas por si al malvado y desconocido monstruo le da por abrazarse a ellos. Sí, abrazarse. Porque quizá él no se meta entre pelusas y calcetines sucios para asustar, ¡Suena estúpido! ¿Quién hace eso? ¿A quién le gusta estar debajo de la cama pudiendo dormir en una? No seáis ridículos... Los monstruos se meten debajo de la cama a llorar.

Y ahora, ¿Quiénes son los monstruos? ¿Alguna vez habéis visto uno? Yo sí.

El otro día me miré en el espejo antes de meterme en la cama y vi que me faltaba el corazón. ¡Normal que me llamasen 'rara'! Tenía un agujero en el pecho del tamaño de un puño. No sangraba, pero era como si hubiese perdido la pieza más importante del puzzle—la cara de la única persona del dibujo o la casi-unión de los famosos dedos de Adán y Dios—. Era feo. Así que probé con maquillaje, ropa bonita, probé a bailar un poco pero nada lo disimulaba... Nada lograba hacerme ser 'normal' porque ese hueco que permitía ver en el espejo la pared color lavanda que había detrás de mí lo anulaba todo y así las miradas de la gente se iba hacia ahí; hacia lo que había detrás mío y no la sonrisa con la que yo—inútilmente—intentaba suavizar mi pequeño gran defecto.

Así es, os acabo de contar mi secreto; soy un monstruo. Lo supe aquel día que me dio por mirarme en el espejo antes de dormirme pensando que todo está bien mientras nada lo estaba. Y es que es así como un monstruo descubre que lo es; cae en la cuenta de que su rareza es debida a una fatal ausencia emocional. La peor carencia de su vida que se pasará intentando enmendar el resto de sus días entre pelusas y monedas de un céntimo que nadie recuerda haber perdido... 

Así pues, de monstruo a monstruo: duerme tranquilo; te besaré la mano si la dejas caída.

martes, 17 de septiembre de 2013

Necios...

Hoy, a las 14:54 a.m., en este caluroso 17 de Septiembre del 2013, he llegado a una conclusión: Los humanos hemos asesinado el infinito. Y con ello nos hemos anclado los tobillos al paso del tiempo. Inventando las horas, los días, los meses, los años... Limitándonos así a una medida y, ¿Para qué? Nos hemos fallado. Porque si lo pensamos sin tiempo no seríamos ni viejos, ni jóvenes. Ni 'se nos pasaría el arroz', ni sería jamás 'demasiado pronto'. Seríamos simplemente 'personas' si no nos hubiésemos auto mutilado de esta manera.
¿Quién necesita tiempo? ¿A quién le gusta llegar tarde? ¿Realmente alguien ama esperar? Yo, desde luego, no. Pero a dónde quiero llegar es a hablar sobre la sangría que hemos montado con 'el infinito'; ¿Qué nos habrá hecho para acabar así? Encerrado bajo una tapa de cristal que no se raya y apuntado eternamente por tres varillas, callando sus gritos de socorro bajo un molesto y caótico tic-tac... ¡Ay, lo que daría yo por ser infinita! Por no esperar a las 7:30 para poder hablar contigo, ni saber que en poco tiempo vas a desaparecer...


"Las mujeres se enamoran por lo que oyen, los hombres por lo que ven... Por eso las mujeres se maquillan y los hombres mienten."

domingo, 26 de mayo de 2013

Suspiros a destiempo.

Siempre dicen que el tiempo pone a cada uno en su lugar, pero yo aún no estoy en tu cama.
Ay,.. Supongo que será el karma, o es que en el tren ya no quedaban sitios para mi, o tal vez estos milímetros se han enredado en mis tobillos... No sé. Pero sea como sea qué más dará llorar a estas alturas, si sólo me pueden abrazar las nubes. 
Veréis, mi problema comenzó en 1997, cuando nací. Más tarde, cuando tenía cuatro años, cambié 'La Sirenita' por 'Titanic' y le dije a mi madre que el amor es lo que te hunde, no lo que te saca del agua. Desde entonces, he ido dando pequeños pasos hacia lo que yo llamaría mi 'hecatombe sentimental'. Y todo iba rápido: A los siete años lo que más me gustaba eran las Barbies y a los catorce ya aprendí para qué servía una polla.
Ya veis; el mundo no me dejaba tiempo para la improvisación y a esas edades yo lo único que sabía hacer era vivir... Aparentemente. Y digo eso porque si a los cuatro me enamoré de DiCaprio, a los siete de Ken y a los catorce de un hijo de puta es que algún factor había ahí; haciendo que mi pequeño, frágil e inexperto corazón desease bombear a mil por hora mientras yo buscaba amor en cada esquina... El problema está en que yo sólo pido un único y gran requisito, EL AMANTE IDEAL DEBE SER CULTO: Debe denotar interés en las conversaciones sobre literatura (ya sea clásica, moderna o una absoluta basura). Ver la cultura en sí como un buen punto de apoyo, sobre todo cuando necesitas soportar las embestidas y no tienes nada más a mano que una estantería llena de novelas y poesía. Entre los cuales no es necesario un tomo de 'Romeo y Julieta', pero sí sumarán puntos pequeños imprescindibles como Bukowski, Bécquer, Neruda o Lorca, y un par de perlas más como, por ejemplo, 'Crimen y Castigo' 'El Conde de Montecristo'.
Sé que es mucho pedir, pero yo, entusiasta, sigo esperando. Porque fijaros en cuánto nos complicamos algunas; en cuánta importancia le damos al dolor y al amor, en cuánto estamos dispuestas a perder a cambio de un poco de cariño, pero aquí seguimos:

Tristemente felices y solas. 

Porque así es nuestra naturaleza, aunque luchemos contra ella y nos digamos cada día que estamos más guapas sin hombres que nos pongan ese molesto mechón de pelo detrás de la oreja. Aunque creamos que podemos ser sin ellos, que podemos, ¡Claro!, pero venir a un bar y pedir un Martin Miller porque sabes que él llegará de un momento a otro y al besarle le sorprenderás con su sabor favorito no es lo mismo que venir y pedirte un ron cualquiera porque lo único que te apetece es quemarte la garganta para no volver a gemir su nombre nunca más.
Siempre estaremos buscando 'algo más', aunque probablemente ya lo tengamos todoY no hay mejor forma de hacerlo que asimilando el hecho de que el Mundo y los hombres son mucho más sencillos que nosotras.

jueves, 16 de mayo de 2013

Es sencillo.

¿Alguna vez habéis nadado en pozos sin fondo? ¿Habéis tropezado con piedras caminando sobre la acera? ¿No? Pues ya me diréis entonces qué habéis vivido, y cómo. Y dónde, y con quién; quién os ha dicho que eso que dejáis pasar es vida, y dónde es que está ese sitio en el que tenéis escondidas vuestras ganas de no ser uno más de los tantos que caminan con la cabeza gacha.
Yo también conocí a personas que intentaron enseñarme el lado fácil de las cosas, pero lo que no sabían ellas es que nunca fue lo mismo 'fácil' y 'sencillo'.
Lo fácil es todo aquello que se asimila tal cual; sin vueltas. Son heridas que te dejas hacer por cobardía, son trenes que no coges por pereza y, por consecuencia, es ser un completo gilipollas. Por otra parte, lo sencillo lo es porque nosotros queremos que lo sea; los problemas son sencillos si los llevamos al desguace y los convertimos en sucias y simples piezas que, o encajan o no encajan. Así de simple. Una vez que aprendí esa diferencia también aprendí a ver con el alma, a tocar con la mirada. Aprendí a no temerle a los vicios. Aprendí a disfrutar de todas esas semanas de cada una de las estaciones del año; aprendí a ser calor en Invierno y a tener las manos siempre frías en Verano. A recoger hojas en el Otoño con cualquiera de mis sonrisas y, sobre todo, aprendí a disfrutar de las flores en Primavera; aunque muy a menudo, me topaba con más de un capullo...
Me contradije, y de repente todo fue sencillo.
Lo fue, porque apunté sobre el gotelé cada solución no válida y dejé encima del escritorio esa bombilla que alumbraba mi rostro cada vez que te miré y tú no estabas.
Lo fue, porque guardé mis fobias bajo llave dentro de esas famosas pequitas mías.

Simplemente, lo fue.

Fue mi vacío.

Fui yo.

Fue sencillo.