domingo, 26 de mayo de 2013

Suspiros a destiempo.

Siempre dicen que el tiempo pone a cada uno en su lugar, pero yo aún no estoy en tu cama.
Ay,.. Supongo que será el karma, o es que en el tren ya no quedaban sitios para mi, o tal vez estos milímetros se han enredado en mis tobillos... No sé. Pero sea como sea qué más dará llorar a estas alturas, si sólo me pueden abrazar las nubes. 
Veréis, mi problema comenzó en 1997, cuando nací. Más tarde, cuando tenía cuatro años, cambié 'La Sirenita' por 'Titanic' y le dije a mi madre que el amor es lo que te hunde, no lo que te saca del agua. Desde entonces, he ido dando pequeños pasos hacia lo que yo llamaría mi 'hecatombe sentimental'. Y todo iba rápido: A los siete años lo que más me gustaba eran las Barbies y a los catorce ya aprendí para qué servía una polla.
Ya veis; el mundo no me dejaba tiempo para la improvisación y a esas edades yo lo único que sabía hacer era vivir... Aparentemente. Y digo eso porque si a los cuatro me enamoré de DiCaprio, a los siete de Ken y a los catorce de un hijo de puta es que algún factor había ahí; haciendo que mi pequeño, frágil e inexperto corazón desease bombear a mil por hora mientras yo buscaba amor en cada esquina... El problema está en que yo sólo pido un único y gran requisito, EL AMANTE IDEAL DEBE SER CULTO: Debe denotar interés en las conversaciones sobre literatura (ya sea clásica, moderna o una absoluta basura). Ver la cultura en sí como un buen punto de apoyo, sobre todo cuando necesitas soportar las embestidas y no tienes nada más a mano que una estantería llena de novelas y poesía. Entre los cuales no es necesario un tomo de 'Romeo y Julieta', pero sí sumarán puntos pequeños imprescindibles como Bukowski, Bécquer, Neruda o Lorca, y un par de perlas más como, por ejemplo, 'Crimen y Castigo' 'El Conde de Montecristo'.
Sé que es mucho pedir, pero yo, entusiasta, sigo esperando. Porque fijaros en cuánto nos complicamos algunas; en cuánta importancia le damos al dolor y al amor, en cuánto estamos dispuestas a perder a cambio de un poco de cariño, pero aquí seguimos:

Tristemente felices y solas. 

Porque así es nuestra naturaleza, aunque luchemos contra ella y nos digamos cada día que estamos más guapas sin hombres que nos pongan ese molesto mechón de pelo detrás de la oreja. Aunque creamos que podemos ser sin ellos, que podemos, ¡Claro!, pero venir a un bar y pedir un Martin Miller porque sabes que él llegará de un momento a otro y al besarle le sorprenderás con su sabor favorito no es lo mismo que venir y pedirte un ron cualquiera porque lo único que te apetece es quemarte la garganta para no volver a gemir su nombre nunca más.
Siempre estaremos buscando 'algo más', aunque probablemente ya lo tengamos todoY no hay mejor forma de hacerlo que asimilando el hecho de que el Mundo y los hombres son mucho más sencillos que nosotras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario