¿Pero quién te crees que eres? Las razones para estar triste las elijo
yo de entre mis desastres y nadie, escucha, ¡Nadie más!
Deberías poder venir y entonces decirte: 'Toma, prepárate; voy a hacerte daño. Pero no te preocupes, que te dejo las llaves del pecho atadas a la garganta; para que, cada vez que tragues saliva o suspires, te acuerdes de mí. Jódete y sé feliz. Te quise.'
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