lunes, 10 de septiembre de 2012

Dame café o amor, pero no me digas adiós .

Despertar. Y volver a sumergirme en mi fría soledad. Exactamente esa era la única manera de desenredar tus sonrisas de mis dormidas pestañas, y devolverme a esa realidad que me había conquistado el día en que descubrí que 'cabrón' era tu seudónimo traído de fábrica. Después de desperezarme, voy camino de arruinar mi nuevo día alcanzando el móvil para percatarme de que no, no hay ningún mensaje tuyo; y no, tampoco llamadas que buscar. Con ese nudo atando la rabia alrededor de mi garganta, no paro de darle 'Actualizar.., Actualizar.., Actualizar...' para con ello ver que no iba a aparecer ningún 'Buenos días, hoy quiero verte' y, como consecuencia, notar como mi pequeño cuerpo se niega rotundamente a levantar mis ánimos de la cama; me vuelvo a hundir en este mar de dudas y las sábanas vuelven a ser el tsunami que, con su ola de cuatro metros de altura, enreda entre mis rizos todos esos pensamientos que saben a ti. En fin. Música, mi ruido. Aunque preferiría escuchar cada noche tus latidos para dormirme. Y así es como me desayuno las penas; entre sábanas frías y esas palabras; esas historias tan mías pero salidas de otras vidas, otras manos, otras bocas... Historias vivas que regalan sus latidos a personas como yo; incapaces de continuar sin que una voz anónima, desde el otro extremo del mundo les exponga en verso las razones por las que, levantarse de la cama, resulta ser el principio de un día más que merece tener su banda sonora: tu sonrisa .

No hay comentarios:

Publicar un comentario